Ir de feria es como ir a una fiesta

A la mayoría de gente de cada localidad le gusta abrir la puerta
y ver los balcones y las calles engalanadas, los bares repletos en
un ambiente de fiesta y tradición. Es el día para compartir con
los amigos y la familia, disfrutando del jolgorio.
Y en cierta manera para los que somos visitantes a las ferias que
se celebran en nuestros pueblos, eso nos permite contactar con
otros tiempos y olvidarnos por unas horas del móvil y otros
aparatos a los que estamos enganchados sin remedio.
La oferta es muy variada, muestras de animales autóctonos,
artesanía, textil, bisutería, vinos, aceites, quesos, embutidos,
dulces, pastelería, agricultura, flores y plantas, maquinaría,
automoción, actos musicales, religiosos, teatrales, literatura,
oficios antiguos, exposiciones artísticas.
Ahí se concentra parte del potencial de nuestras costumbres,
bien representada por elementos fundamentales, sean
genéricos como las "ensaïmadas" y los embutidos, o como los
típicos de cada lugar.
¡Qué! ¿Has feriado? Esta es una típica expresión al encontrarte
con alguien en mitad del bullicio de un día de feria en el pueblo.
Salir a pasear por sus calles, buscar la novedad de aquel año,
comprar lo que sea para regresar con un detalle a casa.
Encontrarte ante un puesto o una paradeta donde despachan y
atienden dos personas de color y te dan "el buenos días" en
mallorquín. ¿Qué precio tiene esta alfombra? le pregunto. No
tiene precio porque es una pieza exclusiva y no puede
encontrarse en ningún otro sitio. Perteneció a la colección
particular de un fabricante de alfombras nacido en Estambul.
De totas cuantas sacaron al mercado solo se quedó con esta y
durante muchos años se la quisieron comprar algunos museos,
algún que otro aristócrata de la corte británica y por lo menos
dos reconocidos actores del cine hollywoodense.
Le miro y le digo que la historia es muy interesante pero lo que
yo quiero saber es cuánto cuesta.
-En los últimos diez años ha estado guardada en una
mansión protegida, situada al sureste de Eslovenia, en una
zona cercana a la frontera con Croacia.
La abre por completo, la extiende en el suelo. - Es de lana y
seda, anudada a mano y es la única alfombra mágica que existe.
Respiro hondo, le agradezco el tiempo que me ha dedicado y le
digo adiós. No me apetece salir volando.
Justo en ese instante, debe ser casualidad, cruza por delante de
mí una colla de "dimonis", saltando y haciendo repicar los
badajos de sus cencerros, un niño se esconde temeroso entre la
falda de su mamá.
Sigo mi paseo y unos metros más abajo, compro 200 gramos de
aceitunas partidas, un bote de miel y un jabón artesano. Quien
me conoce, me para, debo confirmar que he feriado. Soy uno
más entre aquella multitud que lleva un paquete o una bolsa
identificativa de papel en la mano.
A mediodía, me siento frente a la barra exterior de un bar, pido
"un variado" y un palo con sifón. Desde esa atalaya te das
cuenta como observador de la variedad de personas y de
escenas cotidianas que ocurren en ese perímetro de algarabía.
Una mujer de mediana edad carga una bolsa de naranjas en una
mano y en la otra un pañuelo de seda y un sombrero de paja,
un matrimonio anciano, ella le comenta a su marido que ha
acertado comprando esas sandalias, dos niños en un puesto de
juguetes antiguos intentando adivinar cómo se manejan las
peonzas, una muchacha joven que deja en el aire un aroma
intenso a perfume, camina rauda con un esplendoroso ramo de
rosas rojas, el tendero de una charcutería, da a catar pequeñas
porciones de un queso mallorquín mantecoso, una madre de la
que cuelgan dos mochilas y tres o cuatro bolsas refunfuña con
su peque ¡no puedo cogerte en brazos!
Los nativos se quedan y seguramente hoy aprovechan para
comer en familia, los que hemos acudido de visita, vamos en
busca del coche, satisfechos de haber feriado.
Ir de feria es como ir a una fiesta.
Texto: Xisco Barceló