En 1923, Eduard Girbal Jaume dedicaba ‘La tragedia de cal Pere Llarg’ a Víctor Català, «leona de las letras catalanas». Con esta misma admiración, y con la misma socarronería de Girbal en los labios, la música Blanca Lamar (Les Sueques) y la poeta Maria Callís han cocido a fuego lento un proyecto que da voz a grandes escritoras catalanas de los siglos XIX y XX: de Maria Antònia Salvà en Dolors Miquel y volver. Leona es, por tanto, una elección de textos y poemas que, como una letanía querida y antigua, Lamar y Callís se han pasado muchas veces por la boca.
Y Leona es, también y sobre todo, un puñado de canciones juguetonas: una mezcla de estilos, ritmos y capas de sonido que contrastan con las melodías pop y el recitado, a veces más áspero. En Leona hay, como en la casa de Víctor Català, rincones para el sol y cámaras reservadas a la sombra: hay canciones luminosas y algunas atraviesan la oscuridad. Y en Leona hay, claro, el ritmo que todo lo mancha: la marimba, las palmas, los palos de flamenco y el rebrote de italodisco se ponen al servicio del verso, y el verso se estruja para seguir la maestría severa del compás . Leona, en definitiva, se ama con pasión la tradición: por eso hace bajar el canon al charco, se revolca y se enlota y luego se seca al sol y bebe agua, calmosa.
